Tiempos/No tengo tiempo de escribir

Queridos lectores, sean bienvenidos a ésta nueva sección "Tiempos". La podrán encontrar todos los jueves (o la mayoría) y será un espacio donde les compartiré cosas. ¿Qué cosas? las que sean. 
Estas últimas dos o tres semanas, Violeta y yo hemos estado especialmente ocupados, cada quien con sus asuntos. Hemos ido de vez en cuando a cafés a procastinar, sin embargo no hemos podido hacer las reseñas. En una charla que tuvimos, acordamos que haríamos lo posible por seguir escribiendo por lo que decidimos crear dos nuevas secciones, una de ellas es "Tiempos" y estará a mi cargo.

Bienvenidos.

Oscar M.





I.

Comienzo el texto casi con miedo, no sé por qué. Antes de iniciar pensé en Pedro Páramo y su padre. El miedo que debió haber sentido al llegar a Comala, el miedo que sintió cuando descubrió que todos, incluso él, estaban muertos.
¿Miedo por qué? No lo sé, solo tengo miedo de escribir.

No tengo tiempo de escribir, eso me da miedo. Perderme entre lo urgente y no lo importante, fusionarme con la silla de la oficina, que mi piel se confunda con la madera del escritorio o me ciegue el brillo de la pantalla de la computadora.
No tengo tiempo. No tengo tiempo de escribir ésto y aún así lo hago. El tiempo es. No sé qué sea pero sé que se mide en forma de segundos, minutos, años... sé que se escurre entre las horas como agua entre las manos. No se puede detener.

Sé que el tiempo es lo que pasa cuando estoy en la oficina resolviendo cosas urgentes. Me gustaría resolver a diario cosas importantes, importantes para mi.


II.

El tiempo es lo que constituye el horario. Aquí en México (y creo que en la mayor parte del mundo) hay dos horarios: el de verano y el de invierno. A Don Pedro Mendoza, quien se crió en el campo a inicios del siglo pasado, no le importaba el horario; no estoy seguro si le importara el tiempo.

Recuerdo a Don Pedro sentado en su mecedora, debajo de la palma del patio de su casa. Tengo la impresión de que no le importaba el tiempo, lo disfrutaba. Todos los días se levantaba a la misma hora, 8:30 de la mañana, se afeitaba con navaja y desayunaba, siempre con café negro. Iba al mercado y a medio día hacía salsa en molcajete. Recuerdo su salsa roja en un taco placero: tremenda, incluso soberbia. Don Pedro comía a las 14:00 de su reloj, no importaba si era horario de verano o "el normal", si su reloj marcaba esa hora el estaba sentado en la mesa esperando a que alguien le sirviera. Así pasó sus últimos años. Lo recuerdo siempre relajado y sonriente, los Domingos con sus amigos jugando dominó y dejándome ganar. A Don Pedro no le importaba el tiempo, lo disfrutaba y, creo, más que disfrutarlo, disfrutaba lo que hacía.

No lo conocí cuando joven, pues era mi abuelo, pero me agrada imaginarlo sonriente, incluso galante, haciendo lo suyo.

No tenía tiempo de escribir ésto y aún así lo hice. Comenzaré, al igual que mi abuelo, a disfrutar más el tiempo y lo que hago.


Oscar M.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El cumpleaños de Violeta

Calufe (sucursal Nápoles)

Café Morena Mía